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Salud y Educación: Dos vocaciones al servicio de los Derechos Humanos

9 noviembre, 2020

El Derecho a la Educación.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 26 y en la Convención sobre los Derechos del Niño particularmente en sus artículos 28 y 29, se establece el reconocimiento de los Estados Partes sobre el derecho del niño a la educación, a fin de que se pueda ejercer progresivamente y en condiciones de igualdad de oportunidades ese derecho. También se conviene en que la educación deberá estar encaminada, entre otros aspectos, a desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño hasta el máximo de sus posibilidades; y prepararlo para asumir una vida responsable en una sociedad libre.

ESCUELAS PARA APRENDER Y ESCUELAS PARA ENSEÑAR

Escuelas para enseñar está enfocada en que los estudiantes desarrollen dos particulares estilos de motivación para aprender. Una de éstas es aquella motivación que preferentemente se orienta a la evitación del fracaso, la otra, busca el éxito y las buenas calificaciones. Siguiendo esta lógica, los enfoques de aprendizaje que utilizan estos estudiantes son superficiales o estratégicos, buscando el reconocimiento externo y la rentabilidad en los resultados. Claramente queda estipulado el rol del profesor para enseñar y el rol del estudiante para aprender.

La Escuela para Enseñar:

Tiene altas expectativas sobre sus estudiantes, se plantea desafíos tales como nivelar hacia arriba, asume el reto de las pruebas estandarizadas y circunscribe su calidad a las mediciones que están en el ranking del sistema escolar nacional e internacional. Esta Escuela para Enseñar se ve en la necesidad de seleccionar a sus estudiantes, para cumplir con sus altas expectativas de competitividad en la obtención de los más altos rendimientos. Esta Escuela para Enseñar paradojalmente goza de un alto prestigio social.

Escuela para Aprender:

Concibe a estudiantes que son susceptibles de asumir distintos estilos de motivación para aprender. Ambos, profesor y estudiante, intentan conocer y comprender los factores causales y las consecuencias de dichos estilos, estimulando el encuentro y desarrollo de aquella motivación intrínseca que se activa por el deseo de conocer y comprender de manera profunda, vinculando el aprendizaje con sus experiencias previas, llevándolo a su mundo personal y social para darle sentido y significado. Este escenario suscita en la conciencia del niño su alta dignidad y el llamado para asumir responsablemente la construcción de su destino y apostar por una alta calidad de vida en comunidad. En este contexto, no existen límites entre el aprender y el enseñar, tanto estudiantes como profesores traspasan las tradicionales fronteras, reconociendo el potencial y sabiduría de cada uno. Se desarrolla una relación horizontal en igualdad de derechos; sin perder la perspectiva de las diferencias y el rol que a cada uno le compete en esta interacción educativa; sin olvidar que el primer aprendiz es el profesor, es él quien tiene que aprender cómo aprenden cada uno de sus estudiantes y, desde allí, establecer un diálogo a través de un lenguaje común que les permita comunicar y comunicarse efectivamente.

INCLUSIÓN ESCOLAR: UNA ESCUELA PARA APRENDER

La inclusión es un proceso que comienza y parte del respeto y valoración de la diversidad, considerándola como un factor de enriquecimiento y desarrollo personal y social. Es un derecho humano el vivir en comunidad, “toda persona pertenece a una comunidad y puede contribuir a esta por impedida y discapacitada que se encuentre. Toda persona posee capacidades y talentos. Si se acepta esto, la etiqueta de “discapacitado” pierde importancia a favor de la persona que la lleva. La inclusión es además un derecho fundamental basado en la pertenencia y los contactos con una comunidad. Desde este enfoque, se pretende eliminar toda forma de segregación y exclusión. “Actualmente existe un consenso mundial en relación con los principios y filosofía de la integración y de la inclusión educativa, razón por la cual el debate se centra ahora en analizar las condiciones y estrategias que facilitan su puesta en práctica”. En la inclusión el centro de atención es la transformación de la organización y respuesta educativa de la escuela para que acoja a todos los niños y tengan éxito en su aprendizaje. Tal como lo señalan Booth y Ainscow  a través de su Índice de Inclusión, con el propósito de colaborar en este proceso de transformación de la escuela, es necesario avanzar hacia la modificación de tres dimensiones fundamentales  a saber: cultura, política y prácticas de la escuela.

El Derecho a la Salud:

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos  en su artículo 25, y en la Convención sobre los Derechos del Niño particularmente en su artículo 24, se establece el reconocimiento de los Estados Partes sobre el derecho del niño a la salud: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios, ”(Artículo 25). “Los Estados Partes reconocen el derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud. Los Estados Partes se esforzarán por asegurar que ninguna persona sea privada de su derecho al disfrute y de los servicios sanitarios” (Artículo 24).

En la constitución de la Organización Mundial de la Salud en 1946  se consagró como derecho humano fundamental el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr. Cabe señalar que esta consagración se ha ratificado en una serie de instrumentos internacionales y regionales de derechos humanos.

Se hace indiscutible el protagonismo de la población en el cuidado de su propia salud. La Organización Mundial de la Salud “define la participación comunitaria como el proceso mediante el cual los individuos se transforman de acuerdo con sus propias necesidades y las de su comunidad, y de esta forma adquieren un sentido de responsabilidad respecto a su propio bienestar y el de aquella, así como la capacidad para contribuir de manera consciente y constructiva al proceso de desarrollo”. Dos de los principios básicos son lograr la accesibilidad y cobertura universales en salud y el compromiso, participación y auto-sustentabilidad de los individuos y comunidades.

AUTOCUIDADO: Eje fundamental en los procesos terapéuticos.

“El autocuidado en salud es una estrategia frecuente, permanente y continua que utilizan las personas para responder a una situación de salud o enfermedad; por eso el autocuidado es la base de la pirámide de la atención primaria. Punamäki y Aschan “definen la esencia del autocuidado como la capacidad de los individuos para ejercer control) sobre su salud o enfermedad”.

Ellos incorporan categorías de salud y bienestar que surgen de los propios miembros de la comunidad, tales como: búsqueda y resguardo del significado y propósito de la vida; relaciones sociales y convivencia; mantenerse activos; recreación y disfrute; disciplina y buena salud, y tratamiento de síntomas y enfermedades. Aquí se identifica la presencia de factores psicoespirituales y sociales, los que al ser importantes para las personas, facilitarían su adscripción al logro como metas de autocuidado. Coherente con el anterior, aparece el concepto de “salud positiva” en el que se identifican dimensiones tales como: cuerpo saludable; alta calidad de relaciones personales; sentido de propósito en la vida; autocontrol en las tareas de la vida, y resistencia al estrés, al trauma y a los cambios.

INSTITUCIONES DE SALUD CON UN ENFOQUE INCLUSIVO

“El sustento filosófico que fundamenta la participación de los usuarios en la atención de salud es la convicción del equipo prestador de servicios de que toda persona tiene capacidades y el derecho para decidir y actuar en beneficio de su salud”. Estas Instituciones se adscriben al “movimiento de fomentar la auto-responsabilidad de los individuos, familias y comunidades en el cuidado de su salud, como un medio de mejorar el nivel de vida en general”, lo cual se asimila al concepto de participación comunitaria en donde las personas encuentran la oportunidad para asumir su responsabilidad de manera consiente e intencional en busca del bienestar individual y social.

Una consecuencia natural de esta visión, es un estilo de personas que cuestionan y exigen más conocimientos y mayor participación en las decisiones respecto a su salud. Se establece una relación terapeuta – usuario, entendiendo a este último como un sujeto de derechos y capacidades. En esta relación ambos se ven interpelados a asumir una comunicación pedagógica, intentan conocer y comprender los factores causales y las consecuencias de los estilos de cuidado del consultante, vinculando este aprendizaje con sus experiencias previas y llevándolo a su mundo personal, social y ambiental para darle sentido y significado. Este escenario suscita en la consciencia del consultante su alta dignidad y el llamamiento para asumir responsablemente su bienestar y apostar por una alta calidad de vida en comunidad.

En este contexto, no existen límites entre el aprender y el enseñar, tanto el terapeuta como el consultante traspasan las fronteras, reconociendo el potencial y sabiduría de cada uno. Se desarrolla una relación horizontal en igualdad de derechos; sin perder la perspectiva de las diferencias y el rol que a cada uno le compete; sin olvidar que el primer aprendiz es el terapeuta, es él quien tiene que aprender cómo aprenden cada uno de sus usuarios y, desde allí, establecer un diálogo a través de un lenguaje común que les permita comunicar y comunicarse efectivamente.

Finalmente, es posible reconocer la relación existente entre Salud y Educación como dos vocaciones al servicio del desarrollo humano. La evolución de éstas, permite observar un avance significativo hacia la atribución de una responsabilidad compartida para el logro de las metas de aprendizaje y autocuidado de las personas y una clara tendencia hacia el reconocimiento del necesario protagonismo de sus principales beneficiarios (estudiantes y usuarios). Surgen así, el concepto de una escuela para aprender y un servicio de salud para el autocuidado.

Para suscitar el desarrollo humano, desde la sociedad en su conjunto, se requiere asumir y compartir una visión inspirada en la interiorización de una cultura inclusiva que le comprometa a asegurar: el derecho a la Salud y Educación de todos, el respeto por la diversidad y el requisito de equidad.

Al igual que en la Educación, avanzar hacia la inclusión en las Instituciones de Salud implica: creación de una cultura, elaboración de políticas y desarrollo de prácticas inclusivas. Para asumir esta corresponsabilidad, se requerirá el desarrollo de actitudes basadas en un conjunto de creencias que se sustentan en una concepción humanista de la persona, libre de prejuicios y atenta a la diversidad.

Los profesionales al servicio de la salud poseen en sí mismos un rol fundamental en la educación de la sociedad: avanzando desde una salud remedial o curativa hacia una salud preventiva y de autocuidado.

Elaborado por:

Sandra Maria Echeverri Palacio
Educadora Especial.

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